miércoles, 14 de marzo de 2012

UN RINCÓN OSCURO

Aquí estoy, desnuda, acomodada como puedo en tu regazo, aprovechando la poca confortabilidad que da tu coche. Esa inocente e inesperada cita para tomar una cerveza cerca del mar se ha prolongado hasta casi las tres de la mañana sin darnos apenas cuenta. Todo ha sido fugaz…


Tú no te atrevías, pero yo sí. Dudaba que lo hicieras y finalmente lo hice yo, no había más remedio si quería que esto empezara. Lo sospechaba desde aquella vez que saliste del ascensor a altísimas horas de la noche para darme el pasador del pelo que me había dejado arriba, en la casa de tu amigo. “¡Hazlo, vamos! Acércate. Bésame… porque yo hoy no pienso hacerlo” pensé. No tuve más remedio que darme la vuelta y marcharme despidiéndome con una sonrisa dándote las buenas noches tras comprobar que, aunque nos mirábamos en silencio, no dabas el paso.

Estaba en lo cierto y hoy lo he comprobado. Mientras íbamos de vuelta para mi casa después de pasar la tarde juntos, hablábamos del poco tiempo que ha pasado desde tu separación. No estaba del todo convencida de tener algo serio contigo después de las experiencias vividas con hombres en situaciones parecidas. ¿Sexo? Puede ser… pero primero tenía que besarte para experimentar con mis emociones. Solo un beso es suficiente para saberlo… y el primero es decisivo.

Temía el momento de llegar a la puerta de mi casa. No quería que te fueras… y parece que tú tampoco y, sin embargo, seguías sin atreverte. Pero, por extraño que me parezca, tras una corta charla, fuiste capaz de confesarlo estando los dos sentados aún en el coche.

- Beth… No sabes lo difícil que me resulta pedirte un beso. Te tengo tanto respeto…

- ¿Tan difícil es?

- Si – respondiste mirándome.

Apréndete esto: los besos no se piden, los besos se dan, sin más… como el que te dí en ese mismo momento sin pensármelo dos veces. El detonante de todo, el culpable de esta bonita historia…

Las dudas se disiparon. Poco a poco, el calor invadió mi cuerpo, yo invadí tu espacio y mis manos conquistaron el interior de tu camiseta. No recuerdo cuánto estuvimos besándonos, creo que perdí la noción del tiempo pero recordaré cada instante y en aquel momento saboreé cada segundo. Besos, caricias, palabras, besos, amor, emoción, escalofríos, mi mano jugando con tu pelo largo, abrazos, sonrisas, carcajadas, besos, palabras, dulces palabras, tus ojos perdidos en los míos, Coldplay sonando y su “Paradise”, besos, besos, bésame... ¿Está lloviendo? Mejor. Se está bien aquí dentro. Los cristales del coche comienzan a empañarse por dentro y dibujo un corazón en el parabrisas. Mírame, sigue besándome, quiero estar más cerca de ti, me siento sobre tus piernas peleándome con el molesto volante. Tus manos curiosas comienzan a investigar bajo mi ropa, por mi espalda, por mis pechos, los acaricias, rozas uno de mis pezones con tus dedos… Calor ¡Qué calor! Algo se empieza a hacer demasiado evidente bajo tu pantalón, hay más humedad en mi cuerpo que de costumbre… Sigue besándome, tócame, mírame a los ojos sin dejar de acariciar mi cuerpo, siento tu respiración acelerada tan próxima a mí que se mezcla con la mía. No puedo evitar susurrarte al oído “Llévame a un rincón oscuro”. Tu respuesta no se hizo esperar esta vez…


Nuestro rincón oscuro, donde nos amamos algunas veces improvisadamente, nuestro sitio, sin nada más especial que los momentos que pasamos allí juntos y vivimos nuestro amor con la mayor intensidad que se puede vivir un romance, como si fuéramos dos adolescentes enamorados por primera vez que disfrutan del sexo con la pasión propia de la edad.

Sin tabúes, sin ninguna vergüenza, sin remordimientos posteriores, sin remilgos, con las ideas bien claras, la necesidad de amarte y ofrecerte mi cuerpo, con la única meta de darte y recibir placer, dar y recibir amor… La ropa dejó paso a mi piel desnuda, mostrándotela sin pudor. Quiero lo mismo de ti, todo lo que no seamos tú y yo sobra ahora mismo. Déjame ver tu torso, acariciarlo, calentarme y jugar sobre él. Tócame, disfruta de mi piel con tus manos, con tu boca, con tu cuerpo entero, sentir tu pecho contra el mío, sobre el mío, sentirte dentro de mí, la forma en la que me coges de la cintura y me aprietas contra tu cuerpo para llegar hasta el final, tu respiración alterada y tus suaves gemidos de placer suenan como música en mis oídos… Las gotas de sudor ruedan por tu espalda. Me gusta tu forma de amar, siento como falta poco, muy poco… No puedo evitarlo, mi espalda se arquea, mis músculos se contraen, mis dedos y mis uñas se hunden en tu piel, no sé si te hago daño, no me doy cuenta, no me importa, lo que me haces sentir es tan delicioso… Siento que lo compartes conmigo, tu ritmo se acrecienta, te aferras a mí con fuerza hasta que esa esperada explosión de placer hace que me inundes con toda tu esencia. 



Jadeantes, sudorosos, abrazados, emocionados… nos reímos. Han pasado… ¿siete horas? Parece mentira que en tan poco tiempo… ¡Qué fugaz ha sido todo! Tan fugaz como maravilloso. No se me ocurre ningún lugar mejor para descansar un rato y pensar en esta tarde que tu regazo, entre tus brazos… y mientras te vistes, repaso con mi dedo el dibujo que hice en el cristal un momento atrás, un corazón, el único testigo de nuestro apasionado romance.





No hay comentarios:

Publicar un comentario